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Evidencias e indicadores en el aseguramiento de la calidad en educación superior

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La calidad educativa constituye un elemento esencial para el desarrollo de políticas y estrategias institucionales efectivas, ya que asegura el acceso a una formación relevante y significativa que responde adecuadamente a los retos contemporáneos. Para alcanzar este objetivo, resulta fundamental implementar sistemas de información robustos que faciliten la evaluación del rendimiento, la identificación de áreas de mejora y la orientación adecuada en los procesos decisorios.


En relación con este principio, recientemente publiqué un artículo titulado Propuesta de indicadores para evaluar la internacionalización integral: caso chileno, donde presento diversos indicadores y evidencias aplicables a la evaluación de procesos de internacionalización universitaria.


En una reciente conversación con una colega, surgió una inquietud relevante respecto a indicadores y evidencias: ¿cuáles son sus diferencias específicas y qué roles desempeñan en la gestión de la calidad educativa? A continuación, procedo a analizar estos conceptos, explicar su interrelación y presentar un caso ilustrativo para clarificar su aplicación práctica.


Conceptos

La evidencia constituye el conjunto de información y datos verificables que fundamentan el análisis de la calidad educativa. Representa una manifestación objetiva de un fenómeno educativo que proporciona información relevante para investigaciones y evaluaciones.


El indicador es una construcción metodológica que representa aspectos específicos a través de mediciones precisas de la información recolectada. Funciona como instrumento analítico que establece fundamentos para la evaluación de políticas, la formulación de juicios sustentados y la orientación de decisiones estratégicas en contextos educativos.


De acuerdo con Guadalupe (2013), los indicadores son elementos informativos susceptibles de tratamiento estadístico que facilitan la valoración objetiva y la elaboración de juicios evaluativos. Estos pueden presentarse cuantitativamente, expresando en términos numéricos aspectos significativos de un fenómeno, o cualitativamente, describiendo atributos y características fundamentales.


A diferencia de la evidencia, el indicador permite interpretar realidades educativas complejas al proporcionar aproximaciones metodológicas a dimensiones que no resultan evidentes o fácilmente comprensibles de inmediato.


Es importante señalar que tanto indicadores como evidencias necesitan integrarse en un marco estructurado que les confiera significado para alcanzar objetivos institucionales específicos. La utilidad de estos elementos no radica en su análisis aislado, sino en su integración en sistemas que les confieran significado.


La relación entre evidencia e indicadores


La relación entre evidencia e indicador se sustenta principalmente en la metodología de razonamiento implementada de Mislevy (1994). En términos metodológicos, esta relación se basa en dos tipos de razonamiento:

  • Inductivo: este razonamiento parte de los datos disponibles (evidencias) para inferir conclusiones generales. Por ejemplo, como cuando se analizan respuestas de estudiantes para evaluar sus competencias y conocimientos adquiridos en un programa académico.

  • Deductivo: este razonamiento parte de principios generales para explicar fenómenos particulares, como cuando un modelo teórico de aprendizaje guía la observación de conductas estudiantiles. Por ejemplo, desde el dominio conceptual y competencial establecido en un programa académica hacia comportamientos verificables en los estudiantes.


Esta distinción ilustra cómo las evidencias constituyen la documentación verificable del programa, mientras que los indicadores representan mediciones derivadas del análisis sistemático de la información generada por el programa.


Caso: Acreditación de una titulación

Para ilustrar esta relación, analizaremos el proceso de acreditación implementado por la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña (AQU).


La guía de acreditación de AQU establece los estándares y criterios para acreditar grados y másteres universitarios en Catalunya, estructurados en seis dimensiones evaluativas con sus respectivos estándares, que deben satisfacerse para obtener un resultado favorable. Cada dimensión se desglosa en subdimensiones que especifican los aspectos a evaluar, proporcionando evidencias e indicadores que las titulaciones pueden presentar como respaldo.


Me centraré en la dimensión 1, Calidad del programa formativo y, específicamente, en el estándar 3: "el proceso de la titulación para el acceso y admisión del alumnado es justo, fiable, equitativo y público. Los mecanismos permiten certificar la progresión y consecución de resultados de aprendizaje, y reconocer aprendizajes previos".


La dimensión 1 funciona como marco general que establece los aspectos fundamentales de una titulación, mientras que el estándar 3 concreta los criterios sobre procesos de acceso, admisión y evaluación. La dimensión proporciona el contexto evaluativo amplio, y el estándar define los requisitos específicos a evidenciar. En la guía se precisa que los programas deben presentar 4 evidencias y 6 indicadores para demostrar el cumplimiento del estándar 3 (ver imagen 1).


Las evidencias documentan los procesos formales que aseguran el cumplimiento de estándar:

  • Los criterios de acceso y admisión verifican que el proceso sea justo y público.

  • El registro de resultados de aplicación de criterios demuestra la fiabilidad del proceso.

  • El plan de transición y acogida evidencia el apoyo equitativo a nuevos estudiantes.

  • Los criterios para complementos formativos documentan cómo se reconocen y compensan aprendizajes previos.


Los indicadores miden cuantitativamente los resultados de estos procesos:

  • Las tasas de demanda y matrícula miden la efectividad del proceso de admisión.

  • El perfil del alumnado verifica la equidad en el acceso según diferentes vías.

  • El porcentaje de alumnado que requiere complementos formativos evalúa el reconocimiento de aprendizajes previos.

  • Los porcentajes de estudiantes que trabajan y de origen extranjero miden la inclusión y equidad del proceso.


Esta estructura evidencia-indicador permite verificar que el estándar 3 se cumple tanto en sus procesos formales (evidencias) como en sus resultados prácticos (indicadores), siguiendo el modelo de razonamiento inductivo-deductivo mencionado en el documento.


Conclusión

La interrelación entre evidencias e indicadores constituye un pilar fundamental para establecer procesos de evaluación sistemáticos y rigurosos de la calidad educativa. La metódica recopilación y el análisis exhaustivo de evidencias proporcionan una perspectiva objetiva sobre la situación actual de un programa académico, mientras que la implementación de indicadores específicos permite cuantificar el rendimiento e identificar oportunidades de mejora con precisión. El dominio conceptual de ambos elementos no solamente potencia la eficacia en la gestión institucional, sino que también fortalece la formulación de políticas educativas y fomenta una cultura de toma de decisiones fundamentada en información verificable.

 
 
 

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